El legado de Bolívar fue habernos dado la independencia,
a nosotros nos corresponde dar la gran batalla contra el aparato ideológico del estado,
que nos ha tenido sujetados por más de 200 años,
romper las ataduras de los paradigmas que se sembraron en nuestras mentes;
unir todos los fragmentos dispersos para darle configuración al alma de las cosas,
es así como podemos darle fundamento a la vida,
esta concepción rebasa todo limite,
toda forma preconcebida de pensamiento,
toda ideología,
partidos políticos,
creencias,
formas de comportamiento.
En nuestro contexto latinoamericano nos conlleva a encontrarnos con las fuentes primigenias
de una nueva versión de nosotros mismos,
libres de miedos,
porque comprendimos que la humanidad nunca ha estado a la deriva inmersa en un océano de
tempestades, rayos y centellas,
y que su historia ha estado alumbrada por seres luminosos dispuestos a transformar y a crear
mundos afines, llenos de colorido, sabiduria, y belleza.
En este contexto tenemos evidencias, testimonios,
de hombres y mujeres que sembraron en el corazón de las gentes y pueblos las semillas del
amor de la armonía y de la sana convivencia,
con miras a levantar una humanidad que se salvó del naufragio de la desesperanza;
ese encarnar esa conciencia colectiva nos permite mirarnos en el espejo de la certeza,
que vamos por un camino seguro hacia la liberación de toda forma preconcebida,
que nos impida ver y sentir la luz de la aurora que ha comenzado a irradiarse en cada corazón
humano,
en cada una de las cavernas que habitamos,
y que ha disipado las nieblas del desamor,
y a su paso las aguas revueltas se han asentado dejando ver la claridad del agua cristalina,
y dejando oír aquello que permanecía sordo a nuestros oídos,
porque volvimos a escuchar, el jolgorio, la algarabía, la risa, y el gozo de los niños y niñas al
abrirse las escuelas que permanecían cerradas a causa de la pandemia.
Al ver y oír de nuevo, nos congratulamos con el espíritu de la palabra,
que ha vuelto a sentirse en estos rincones donde habita el milenario guardián de estas tierras,
en las que se sembró para siempre,
atendiendo a la escucha de los bosques encantados,
donde solo bajan a beber de sus aguas los niños pájaros, las niñas mariposas, los hijos de la
llama, jaguares y jinetes del arco iris,
agua que nace de la montaña y va formando un hilo plateado,
que a su paso va agrupando otros hilos,
hasta formar un arrollo que va golpeando como un tambor las piedras, y llegan al cauce del río
que se junta con otros ríos hasta formar una vertiente que va llegando al mar Caribe,
en su paso vertiginoso por pueblos, y poblados,
hasta llegar al reino de nabuzimaque, que camina dentro del mar y en donde los Arahuacos,
Wiwas, koguis, y Kankuanos nos esperan para celebrar el retorno de los hijos del sol, a su
morada, después de andar,
algunas veces levantados,
algunas veces caídos,
pero había alguien dispuesto a dar la vida,
para que nos diéramos cuenta que solo cuando nuestro corazón se abriera, podríamos regresar
al reino de la inocencia,
de donde surgimos y donde inevitablemente regresamos.
Cuando se unan los reinos de los corazones del norte con los del sur,
y los reinos de los corazones del Oriente y del Occidente en un solo corazón,
podemos inaugurar el reinado de los mil años que nos esperan,
para hacer de esta tierra el hogar de los dioses y de la diosas que vivieron como hermanos,
porque esos somos,
aliento de Dios,
mujeres del agua,
hombres de barro.