Ha quedado la fragancia de otros tiempos,
el ambiente circundante de otros días; como si el tiempo jamás hubiera pasado.
En la madera de la portada se asoma el musgo,
con ese color,
que la intemperie va dibujando con sus formas caprichosas,
así pasa la vida por nuestra piel,
va trazando pliegues, ríos, cordilleras,
y en las manos la huellas de la rudeza campesina
tomar el azadón y la herramienta, configurar un hogar,
que de afecto se calienta,
han regresado los hijos del sol,
y han dejado su huella plasmada en el corazón;
trazos, revoloteos, remolinos,
y la palabra conjuradora,
reveladora de aquello,
que nos hace sentir el alma viva, radiante a ternura,
a miel de panela,
a huevitos regalados por María Milvia,
y las arepitas enviadas por Genui,
que vive en la escuela,
allí se refugia sin techo propio,
y hasta le niegan la tierra que heredó de su fallecido esposo,
le fueron a comprar el gallito que dejó el finadito,
y su hijo Duvan,
a punto de llorar,
le expresó al comprador:
"Es el único recuerdo que tengo de mi padre",
al oírlo,
se lo devolvió, y hasta le obsequió cincuenta mil pesos.
-Hay bondad en las personas,
el sentimiento de un niño conmueve las fibras más íntimas,
En el orfetorio el velon rojo encendido deseándoles a los caminantes de la esperanza, un feliz
retorno a Bretaña, rincón de la patria francesa,
entramada en la vena celta,
rubia belleza,
que solo un corazón gigante como el de María Isabel permite atraer a su vida,
y a su vez establecer el puente con otras culturas.
En su recorrido periodístico se la ve como embajadora de nuestra identidad latinoamericana,
cuyo continente se ve representado por aquella voz que se quedó atrapada en la garganta de las
montañas,
en esta tierra de Tobías donde la panela y el café forman el complemento perfecto,
y en donde se siente,
el reino de Dios en la tierra.