Desde antes de nacer, nuestra alma ya comulgaba con el principio universal, causa infinita de
todo lo existente.
Al elegir tomar el cuerpo el alma bebió de la copa del olvido, a partir de ese instante nos
olvidamos que éramos uno con el padre, muchos agregados psíquicos nos suplantaron, ahora
nos corresponde iniciar el viaje de regreso al origen de donde provenimos.
Este viaje es interior y se va dando en la medida en que vamos trasmutando la materia como
decían los antiguos: "trasmutar el plomo de la personalidad en el oro puro del espíritu".
Esta convocatoria nos anima a impulsar las directrices para el desenbotellamiento de la
esencia, que permanece encerrada, una vez fuera genera prodigios, más que el genio de la
botella o de la lámpara de Aladino, logrando por este medio despertar el poder, la fuerza, la
gloria para hacer posible o asequible aquello que proyectamos.
Como hijos e hijas y herederos o herederas del rey de reyes tenemos a nuestro alcance la
capacidad de transformar esta realidad.
Replantearla equivale a sacar provecho de todos aquellos conocimientos y experiencias que
hemos vivido, mejorar las relaciones en todo sentido y poseer el carácter necesario para
enfrentar y corregir algo que no funcione ya sea dentro de uno mismo o en las relaciones.
Nosotros los actores de este drama humano a veces para no herir nos callamos, vamos
reprimiendo toda manifestación de inconformidad y llegado el momento estallamos.
Afortunadamente a tiempo para volver a construir muestra vida partiendo casi de la nada, pero
es así como se crea el verdadero mundo que nos ha de identificar y nos podamos ver en el
como hijos de un Dios creando y recreando, puliendo la materia para producir la obra maestra, y
en este sentido podamos tener la total certeza del cumplimiento del propósito del alma, en este
plano físico.
"Si a Dios pertenece nuestra justificación en sus manos se encuentra la perfección de nuestro
camino.