Un día después de tanto tiempo, decidí hablar por mi raza, fue entonces que se me reveló el
espíritu de la palabra y por mi sangre comenzaron hablar voces nunca antes imaginadas, era un
lenguaje giglico sin puntos ni comas, de gestos, cantares, y decires.
Cuando me di cuenta ya no era el mismo, se fue diluyendo mi voz en otros aconteceres, en
otros cuerpos que me habitaban, temí explotar como Antonio Ricaurte en san Mateo, cuando
me di cuenta habia atravesado la otra orilla, solo alcancé a ver dos océanos que me envolvían
y navegando sobre ellos divise todo un continente que resplandecía, zafiros, rubíes, perlas,
esmeraldas, piedras de rayos y tempestades trazaban rutas por donde mi mirada se dirigía,
pronto comprendí que era la grandeza de América que dirigía mis pasos desde México hasta
la Patagonia, encaminados mis pasos por el Jaguar y la serpiente emplumada me reencontré
en la visión del cóndor de los Andes, desde este espinazo nace una matriz que une culturas,
religiones, ciencias, filosofías, creencias tradiciones, en esta amalgama surge la sabiduría
ancestral como una respuesta a todo aquello que en nuesta sangre se ha preguntado ¿Quiénes
somos?
En este contexto surge la voz de la llama, aquella que se ha manifestado incólume, erguida,
osada, alegre, y que desde el origen de la vida significó en el hombre su propia supervivencia, su
dominio sobre los elementos agua, aire, tierra.
Una vez que la humanidad pudo completar su ciclo hemos regresado al origen, los hijos de
la llama del conocimiento establecieron las bases o los fundamentos de un código genético
activado por la ley del recuerdo de saber quiénes somos, es así como se abrieron las puertas de
una sabia convivencia entre los pueblos por el equilibrio del planeta, y aquellos que nacimos con
el Rayo de la creación de procedencia latinoamericana aportará a la humanidad el reverdecer
íntimo de una conciencia universal ante la cual florecerá el idioma giglico cristico solar basado
en el amor, así nos identificamos como hijos de un padre cósmico común, con este propósito
nuestros pasos tendrán la huella de haber caminado bajo los principios de la identidad
latinoamericana.
¡Estamos emplazados!
En este despertar de la llama surge el destino común de los pueblos latinoamericanos.
El estandarte de la dignidad se ha levantado, las lideresas y líderes de esta generación se ha
transmutado, honor, poder, gloria, y fuerza en este avance vertiginoso por alcanzar las claves
supremas de un renacimiento de nuestro continente, esta generación que se está levantando
lleva en su sangre los gérmenes de una transición que se avecina a pasos agigantados,
la plataforma social de esta humanidad nos conlleva al despertar de la llama del amor en
nuestro corazón, y desde Andrómeda saludo a todos los hermanos y hermanas que me han
acompañado a todo lo ancho a todo lo largo de mi experiencia en la tierra, somos soplos
cósmicos de un ayer lejano, que hoy ha tomado voz en las calles de mi barrio las Américas, en
el patio de mi escuela de la Florida que se ha visto iluminada por la presencia de seres venidos
de los 4 puntos cardinales, desde Suiza, Polonia, Alemania, Canadá, Grecia, EEUU, Indonesia,
Argentina, Brasil, Uruguay, México, Ecuador, Perú, Bolivia.
Damos la bienvenida a las demás nacionalidades y desde estas tierras cajibianas saludamos
con beneplácito a todas las conciencias ciudadanas con gestos de solidaridad por nuestro
pueblo colombiano.
Honor y gloria por los caminos del Jaguar, de la serpiente emplumada y del cóndor de los
Andes.
Hasta pronto.