El cristo social ha resucitado, se le ha visto en las calles, en los rostros de los niños, jóvenes y
ancianos que reclaman pan, techo, abrigo, una vida digna y de sana hermandad.
Este Cristo de paz reclama el fin de la violencia en estas tierras donde lo que tú siembras se te
da, y te lo devuelve multiplicado.
El Cristo social nos invita a revivir la parábola del retorno al campo.
Un país no se gobierna desde la oficina, para manejarlo se le debe sentir su pulso, conocerlo
hasta el último rincón de la patria, sentir el palpitar de la conciencia colectiva; despojarse de
títulos, etiquetas y normas de comportamiento.
Solo se llega al reino de la humanidad mediante la inocencia del corazón, mientras más puros
seamos se nos develaran los secretos íntimos del reino de Dios.
Al ser parte de Cristo social en la tierra estamos instaurando los fundamentos del humanismo
cuyo eje principal es el bienestar y la felicidad del ser humano.
Congratulaos y regocijaos, el Cristo social ha despertado, y se ha lanzado a las calles por
la reivindicación de sus derechos, sintiéndose su mayor fuerza en la celebración de los
bicentenarios de las batallas de independencia que hicieron surgir las repúblicas bolivarianas.
Este proyecto de integración latinoamericano, iberoamericano y del Caribe no es nuevo, pues se
sembró hace más de 200 años en el corazón de nuestro padre de la patria Simón Bolívar y hoy
su semilla renace en los movimientos sociales.